sábado, 27 de septiembre de 2008

Incierto destino...


Fue esa solitaria figura la que lo hizo tomar esa inesperada decisión, una decisión que no se atrevía a tomar pero que lo hizo por simple curiosidad hacia sí mismo, para comprovar sus propios límites, para ver hasta donde llegaba. Un simple saludo de su parte no le bastó; y no conforme con ello quizo seguir adelante. El recorrido fue largo y durante ese período, incertidumbres y temores lo acechaban junto con el levemente acelerado palpitar de su corazón.
Un incierto destino le esperaba, pues no sabía a donde se dirigía, pero el despreocupado y juvenil caminar de ella parecía guiarlo sin problemas. Adelantándose, disminuyendo la velocidad, no importaba el cómo, la inquietud crecía y lo hacía avanzar, pero lo que más lo aquejaba era el hecho de no saber qué decir, cuando hacerlo ni mucho menos si era lo correcto en ese insensato momento.
Y así, después de algunos cruces muy disimulados de miradas indiscretas, las dos figuras se fueron diluyendo en la oscuridad, hasta que de un momento a otro ella desaparecío en el velo de la noche, casi sin dejar rastro. Un impulso desesperado brotó dentro de él, como si le hubieran robado algo muy valioso; buscó con anhelo, pero no la encontró.
El viaje había terminado, y lo que antes parecía una aventura, el uso de razón lentamente lo empezó a cambiar todo y ahora lo veía como un error, algo en que pensar. Que típico.
¿Por qué hacerlo desde un principio? ¿Valió la pena? ¿Se sacrificó algo irrecuperable?

Preguntas, sólo quedan muchas de ellas...

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